ALBERTO SPENCER: EL HOMBRE DE LA CABEZA MÁGICA (Capítulo 11)

ALBERTO SPENCER: EL HOMBRE DE LA CABEZA MÁGICA (Capítulo 11)

POR: RAÚL CRUZ MOLINA

(Quito, febrero 5).- La gloria y la fama habían llegado como una catarata a su predestinada existencia. 1962 trajo otro pergamino bajo el brazo para Alberto Spencer. Peñarol se coronó campeón uruguayo por quinto año consecutivo, era la tercera diadema al hilo de ‘Cabeza Mágica. También su segunda coronación como máximo artillero del torneo ‘charrúa’ concretando 18 dianas. Repetía el logro que también había obtenido en 1961, perforando las redes en 16 oportunidades. La Copa Libertadores estaba otra vez a la vista.

A esa altura, el once ‘Carbonero’ iba por el Tricampeonato. Luchó dejando las últimas gotas de sudor y sangre, pero se encontró en la finalísima con el fabuloso Santos de Pelé, que curiosamente era dirigido por Lula, un taxista de profesión que llegó a conducir como DT al mejor equipo del mundo en esos años. Milagros del caprichoso destino y del mágico mundo del fútbol.

Tres partidos encarnizados ante Nacional uruguayo por las Semifinales le depositaron en la instancia máxima. Spencer colaboró con tres goles para un equipo que seguía jugando con enorme categoría, al incluir en su nómina a Moacyr Claudinho Pinto, la ‘Monita’ que había sido parte del Brasil campeón mundial en Suecia 1958 y que años después jugaría en Everest y luego fascinaría a la hinchada de Barcelona con su juego repleto de imaginación y talento.

Aquel Santos era imparable. Las finales fueron verdaderas batallas. Ganaron un partido cada uno. Sorprendió la victoria del campeón brasileño en el imbatible Centenario. Fue sorpresa porque faltó Pelé, que dejó su lugar a Pagao, quien acompañó a Coutinho, que metió los dos latigazos de la victoria santista.

En Vila Belmiro, otra vez sin Pelé en la formación abridora del Santos, Peñarol concretó otra de sus hazañas, logrando la victoria por 3 a 2, con dos goles de ‘Cabeza Mágica’ y uno de Pepe Sasía. El juez chileno Carlos Robles suspendió el partido a los 51 minutos, tras producirse un serio incidente. Luego lo reanudó para evitar inconvenientes de alcances incalculables que se presagiaban en las enfurecidas tribunas, pero lo hizo con el carácter de amistoso. En ese tramo, empató Pepe, pero a esa altura, aquel gol ya no contaba.

Superada esa barrera en el terreno reglamentario, la Confederación Sudamericana de Fútbol fijó una plaza neutral para el juego final de desempate. Buenos Aires fue la ciudad escogida.

Allí brilló la magia de Pelé y el equipo paulista se quedó con la Copa. Esa noche, los cracks brasileños encendieron todas las luces del talento. Funcionaron las paredes con Coutinho y Pepe cumplió un trabajo soberbio, caminando la cancha con excelsa clase por la zurda. Zito, el

verdadero ‘patrón del equipo’, se adueñó del mediocampo, ganándole el duelo al corajudo Néstor ‘Tito’ Goncálvez, el ‘caudillo’ del once uruguayo.

Con la pelota en su poder, la noche se convirtió en fiesta para el Santos. Ataques de lujo, paredes a un toque, tres pases precisos y el miedo estaba instalado en los metros aledaños al pórtico de Luis Maidana.

Así llegó la goleada y la victoria concluyente. Tres veces la pelota durmió en la red ‘Mirasol’. Dos poemas de Pelé y un autogol de Omar Caetano desnivelaron la balanza. La primera conquista de la Libertadores premió el trabajo ofensivo del equipo paulista. Fueron los mejores.

Con Pelé en la cancha, el éxito estaba asegurado. El calendario señalaba el 8 de agosto de 1962. Brasil entero no durmió, mientras en Montevideo, la hinchada de Peñarol sintió el golpe letal por la pérdida de la supremacía en el fútbol de América. Se apagó la aureola triunfal.

En medio del desencanto, ‘Cabeza Mágica’ no se quedó con las manos vacías. Fue por segunda vez, máximo artillero de la Copa, con 6 dianas, compartiendo ese privilegio con Coutinho del Santos y otro ecuatoriano, Enrique ‘Pajarito’ Raymondi, delantero de Emelec.

1963 no trajo buenas noticias para Peñarol en el Torneo Uruguayo. Nacional rompió el ‘quinquenio de oro’ bajo la batuta magistral del técnico brasileño Zezé Moreira y en la Copa Libertadores, el plantel ‘aurinegro’ llegó hasta la ronda de Semifinales.

El ‘Nene’ Sanfilippo y el  delantero brasileño Paulo Valentim, de Boca Juniors, pusieron fuera de combate a Peñarol, que seguía bajo la conducción del húngaro Bela Gutman, aquel técnico que dirigió al Benfica en la Intercontinental de 1961.

Spencer terminó segundo entre los máximos artilleros de la Libertadores, con 5 dianas, todas ellas conquistadas en el choque ante Everest en el Centenario, que terminó con el humillante marcador de 9 a 1. ‘Cabeza Mágica’ demostró que los goleadores no tienen compasión, ni memoria. Castigó sin piedad al equipo que fue su cuna en el fútbol.

En 1964 recuperó la corona en el certamen uruguayo y por primera vez estuvo ausente en la Copa Libertadores. Fue un año de profundo dolor, porque además Nacional, su archienemigo jugó la final del máximo evento sudamericano de clubes, enfrentando a Independiente de Avellaneda que puso la primera piedra de las siete coronas que completaría con el transcurrir de los años. Nacía la mística de los brazos en alto de los ‘Diablos Rojos de Avellaneda’.

Un dato importante para recordar, es que esa temporada, ya había llegado a la conducción técnica de Peñarol, Roque Gastón Máspoli, arquero de la ‘Celeste’ en el ‘Maracanazo’ de 1950.

En 1965 se reavivan las llamas del fuego sagrado. Peñarol gana otra vez el campeonato uruguayo y llega a la final de la Copa Libertadores, que la pierde frente a Independiente de Avellaneda, en tres batallas sensacionales.

Alberto Spencer no juega esa Copa. Está en proceso de recuperación tras ser operado por una grave lesión. Sufre la rotura de los meniscos, interno y externo de la pierna derecha y tiene que pasar por el quirófano. Un choque con Edgar Baeza, poderoso zaguero de Nacional en un caliente clásico ‘charrúa’ lo deja en reposo por largo tiempo. Lito Silva tomó su lugar en la delantera ‘Mirasol’.