POR RAÚL CRUZ MOLINA
(Quito, marzo 5).- Damián Díaz se ha convertido en un ‘demonio’, en una auténtica pesadilla para un sector del ‘pueblo futbolero’ y de los ‘críticos deportivos’. Su llamado al micro ciclo reciente, programado por Gustavo Alfaro despertó una ola de protestas, sobre todo en aquellos hinchas, dolidos por el último cetro conquistado por Barcelona en el torneo 2020. Y también entre los ‘hinchas con micrófono’, una casta rara que crece en el país. Que no tiene el más mínimo pudor para exhibir su identificación parcializada y distante del contexto profesional. Después de todo, cada uno atiende su juego y procede como le dictan sus principios.
Es verdad, que al ‘Kitu’ Díaz le caen lisonjas exageradas. La muestra mayor es la nominación de LigaPro, como el ‘Mejor jugador del año’. No fue justa ni evaluada a conciencia, la referida elección. Al menos dos jugadores, registraron mejores actuaciones que el volante ‘canario’, pero la tendencia de la dirigencia nacional, a darle gusto a la ‘tribuna más grande’ del país, les condujo a disfrazar la realidad. Díaz no se auto nominó. Otros lo eligieron. No es su culpa. Esa fue la ‘primera chispa del escándalo’. Después, ‘Lechuga’ Alfaro terminó “tirando gasolina para apagar el fuego”, al llamarle a la convocatoria que se cumplió en la capital.
Damián Díaz es la gran figura de Barcelona. Su nombre está ligado a los tres últimos títulos conquistados por el ‘Ídolo del Astillero’. Es un jugador especial, polémico, provocador, ‘canchero’, arrogante, pero de inmensas facultades. Nadie lo puede negar. ¿Tiene derecho a ser llamado a la Tricolor? Sí, porque es un ecuatoriano más. Desde le medición de su actual capacidad futbolística está el verdadero justificativo. Y esa decisión, reposa exclusivamente en la cabeza del Seleccionador.
Ya suena fuerte, su convocatoria para los próximos partidos de la Selección ante Venezuela y Chile, que aún no se decide si se jugarán a fines de este mes. No comparto la idea de que el llamado del ‘10’, obedece a presiones. No me imagino a Gustavo Alfaro, agachando la cabeza, y peor convertido en ‘títere’ de intereses ajenos, porque la gran imagen construida por el DT argentino en su aterrizaje forzoso por estas tierras, se desplomaría con un ‘castillo de naipes’.
‘Lechuga’ ha dado muestras de seriedad profesional. Su llegada fue un bálsamo para la Tricolor, que estaba en llamas, después del fallido intento de contratar a Jordi Cruyff. La FEF recibió una impensada cuota de oxígeno, que lo liberó de una terrible presión. La cúpula estaba en ‘terapia intensiva’ y con un caos interno que fue sofocado con enorme astucia por Francisco Egas, contando con el visible apoyo de CONMEBOL. Directamente de su titular, Alejandro Domínguez, un ‘bombero de novela’.
Alfaro tiene pleno derecho a convocar a quién se le antoje. Que no se interprete que estoy “lanzándole un capotazo a Lechuga”. No lo necesita. De mí, ni de nadie. Uno opina desde su trinchera, pero nosotros los periodistas no decidimos nada. El estratega argentino es el único responsable del manejo de nombres y su elección.
‘Kitu’ Díaz tiene fútbol para pararse en cualquier cancha y con cualquier camiseta. Su presencia puede arrojar resultados positivos, si encuadra en el grupo. Si se gana el afecto y el respeto de un núcleo joven y remozado; si es capaz de entrar en la dinámica de juego exhibida por el equipo de Alfaro; si también muestra la capacidad de sacrificio para correr y marcar y fundamentalmente, si abandona esa pose de ‘vedette’, que suelen reflejar, aquellos jugadores que se suben en la escalera de la gloria. La vanidad es peligrosa y provoca resistencia.
Descalificar de entrada su presencia en la Tricolor, me parece aventurado. De ‘mala leche’. Es verdad, que hay varios jugadores que lo miran de reojo. Que lo signan como un ‘hombre complicado’. Como un ‘enemigo intolerable’. No solo Díaz tiene brotes de esa conducta en la cancha. La urgencia de obtener resultados, refleja a otros jugadores en esa misma línea de conducta. Sabe a “mirar la paja, solamente en ojo ajeno”. No agitemos el avispero antes de tiempo. Alfaro sabe el riesgo que implica llamar al ‘Kitu’. Si se produce, sabrá lidiar con las consecuencias. Es su responsabilidad. Tiempo al tiempo. No comamos ansias.