MEMORIAS DE FÚTBOL: ‘EL DIABLO’ ESTUVO EN LA CANCHA

MEMORIAS DE FÚTBOL: ‘EL DIABLO’ ESTUVO EN LA CANCHA

Por Raúl Cruz Molina

América de Cali trituró a El Nacional en la Copa del 85

(Quito, febrero 17).- Aquella tarde tenebrosa del 6 de octubre de 1985, caía un auténtico diluvio sobre el Estadio ‘Pascual Guerrero’ y el América de Cali que conducía Gabriel Ochoa Uribe despedazaba a El Nacional que manejaba Leonel Montoya, eliminándole en las Semifinales de la Copa Libertadores.

Era un equipazo, aquel en el que brillaban Julio César Falcioni, Gerardo González Aquino, Juan Manuel Battaglia, Roberto Cabañas, Ricardo ‘Tigre’ Gareca, Willington Ortiz, que nunca, porque Dios si existe, fue campeón de la Libertadores.

Patricio Jarrín Hidalgo que fue el narrador con el que compartí aquella transmisión en los micrófonos de Radio Quito, ‘La Voz de la Capital’, me miraba absorto cada vez que un jugador de los ‘Diablos Rojos’ tomaba la pelota. Todos los ataques tenían sensación de gol. Soplaba un aire de desastre. Y ‘El Pato’ que es un excelente narrador, dueño de una lustrosa carrera periodística, lo presentía. La verdad, temblábamos.

Temblaba también Alfonso Laso Bermeo. ‘El Maestro’ fue como amante del fútbol a mirar como espectador ese cotejo en el ‘Pascual Guerrero’, pero también se zambulló en la estrecha cabina, convertida en una auténtica sala de sauna. ‘El Negro’ Edison Vargas Acosta, ese fabuloso locutor comercial, quizá la mejor voz del país, salía cada tanto a tomar bocanadas de aire y también a fumar, que era uno de sus gustos más intensos.

Los colombianos habían provocado el coraje de su vida a Lucho Granda, ‘cargándole la mano’ y obligando a toda la plantilla militar a cambiarse las pantalonetas habituales por unas de color blanco, ajustadas e incómodas, que hicieron rabiar al ‘Garnica’, que parecía metido a presión dentro de una minifalda. Tenía ‘cara de perro’. La rabia lo deformó.

Antes del arranque del partido, el paraguayo Roberto Cabañas ya le había pegado un tremendo puñetazo, que el árbitro chileno Gastón Castro lo vio y se hizo el distraído. El estadio era un manicomio. Y un infierno también. Estaba teñido de rojo del primero al último escaño. Repleto de mujeres curvilíneas y hermosas, que saltaban y bailaban en las gradas. Sin lugar a dudas, era lo más parecido a la ‘Sucursal del cielo’.

Después, en medio del impresionante aguacero, entre lagunas inmensas de agua y con la cancha convertida en una piscina gigantesca, los ‘Diablos Rojos’ despidieron una boleta inmisericorde a ese El Nacional que luchaba a brazo partido por meterse en el clan de los grandes de América del Sur.

Leonel Montoya estaba pálido. No entendía como pudo producirse semejante descalabro. A él que conocía a fondo el ambiente que rodeaba los choques en Cali, frente al América, se le ‘escapó la tortuga’. Nos avasallaron en todo. En la cancha, en la antesala del partido y en el trámite, la estantería se vino al piso. Esa fue una caída que de verdad nos sacudió, porque jugaron otros factores, entre ellos la ‘mano pesada’ de la mafia.

Macías temblaba como un flan

El Nacional saltó a la cancha con los nervios en punta. La debacle comenzó en el último entrenamiento antes de viajar a Cali. Se bajó por su propia cuenta de la alineación titular, el arquero Milton Rodríguez, aduciendo una lesión inexistente, según la versión de Leonel Montoya, que hasta los días finales de su vida, a 35 años de aquella dolorosa goleada, no le perdonó al arquero, el famoso ‘Body’, ese acto de profunda traición al club y a sus compañeros del plantel.

Leonel me confesó un año antes de abandonar este mundo, en los micrófonos de ‘Mach Deportes’, que Ramón Macías, el arquero emergente que no tapaba nunca, se ‘ensució en los pantalones’, cuando conoció la noticia que saltaba de titular en Cali. “No me ponga, profesor”, sostenía Leo Montoya, que Macías le imploraba en el transcurso del vuelo a la ciudad colombiana.

“Qué quieres, que tape yo?”, decía Montoya que lo ripostó, observando los terribles temblores de pulso, que experimentaba el novel golero. Estaba muerto del miedo. Y el desastre resultó tal cual, porque Macías entró a la cancha asustado y convertido en un flan, se comió cinco goles, uno de los cuales se le escapó entre las piernas, ante un tiro del ‘Tigre’ Gareca. Una ‘galletita’, con sabor vallecaucano.

Los colombianos montaron una atmósfera bélica y el descontrol del equipo criollo fue total, mientras la tribuna adicta al equipo de Gabriel Ochoa Uribe vivió una tarde majestuosa, que inclusive pudo tener otras cifras, si la pelota no se quedaba frenada en el agua, al menos cuatro veces, ante las corridas solitarias de Ricardo Gareca, que era ídolo de la parcialidad ‘escarlata’, al igual que Julio César Falcioni, que en aquellos tiempos tenía pinta de galán y ‘mataba corazones’, antes de sufrir el accidente de tránsito, que hoy lo muestra con un rostro raro y deformado.

Roberto Cabañas abrió el tablero y el estruendo a los 4 minutos. Ricardo Gareca marcó tres más y cerró el ‘diluvio de goles’, Willington Ortiz, el notable delantero colombiano que nació en tierra ecuatoriana. Así me lo certificó Leonel Montoya, que conocía muchos de los ‘detalles sucios’ que se manejan en el ‘subsuelo del fútbol’. En ese mundo de grandes mentiras que cobija al balompié y en el que se mueven ‘disfrazados de benefactores’, auténticas ‘pirañas’ que saquean sus arcas.

Pese al caótico naufragio, El Nacional terminó tercero en el balance general de aquella ingrata Copa Libertadores. Es la mejor excursión criolla en el máximo evento de Sudamérica. “La mafia metió la mano y compró al referí”, también disparaba Leonel Montoya, en esas charlas diáfanas que construí con el técnico ‘paisa’, cada quince días, almorzando y tomando ‘tinticos’ en las largas sobremesas, cuando el querido y extrañado ‘Cacharrero’, aún gozaba de un retiro próspero y feliz.

Efectivamente, eran los tiempos de los ‘dineros calientes’, que alimentaban a borbotones las arcas de los principales equipos colombianos.

Era la única forma de entender, de donde aparecían los fondos millonarios para comprar a figuras de la talla de Ricardo Gareca, que era titular de River Plate, después de un terrible lío legal con Boca Juniors, que había sido el equipo que lo mostró en la Primera División.

Un grave descuido reglamentario de la dirigencia boquense, permitió a Gareca y al ‘Cabezón’ Alfredo Ruggeri, quedarse con los pases en su poder. Ruggeri siguió en la tienda de la ‘Banda Sangre’. El felino delantero no pudo sustraerse a la propuesta caleña y se enfundó la blusa del América.

Casi dos millones de dólares depositaron por la transferencia del goleador argentino.

Una fortuna impagable para la época, que en Cali giraron sin poner ningún reparo. La mano generosa tenía nombre y apellido. Los hermanos Rodríguez Orejuela eran los hombres de ‘buen corazón’, que financiaban las rutilantes contrataciones, de estrellas foráneas y también de los mejores jugadores de Colombia. La idea era convertirse en el mejor equipo del Continente, pero el sueño nunca se cumplió.

Roberto Cabañas era otra de las grandes figuras. El paraguayo había proclamado su juego demoledor en el famoso Cosmos de Nueva York, en el que Pelé terminó su carrera y no pudo lograr el objetivo de masificar al fútbol, porque pese a la presencia de Franz Beckenbauer, del italiano Giorgio Chinaglia, del mismo Johan Cruyff y otras estrellas de enorme repercusión, quedó demostrado que Estados Unidos, al menos en esos tiempos no era ‘tierra de fútbol’.

Los ‘gringos’ mueren por el béisbol, por el fascinante básquetbol de la NBA, por el jockey sobre hielo, por el boxeo y por el fútbol americano, que ahora pone al mundo entero de cabeza en la definición de la NFL, el espectáculo más fastuoso y millonario que tiene el Planeta.

El balompié nunca sentó raíces firmes en tierra estadounidense y creo que será una misión imposible, pese a que la FIFA, generosamente les brindó en 1994, la oportunidad de organizar el Mundial. Yo vivía en aquel entonces en ese país. Nunca antes y creo que tampoco, nunca después se sentirá un ambiente tan frio durante la disputa de la máxima cita del esférico. La apatía fue tal, que el día del arranque del Mundial 94, millones de ‘yanquis’ no sabían que se inauguraba en su territorio, la fiesta futbolística más grande del mundo.

Maradona estuvo en la mira de los narcos

Cuentan las ‘buenas lenguas’, que vivieron de cerca las fascinantes historias del América de Cali, que los Rodríguez Orejuela, esos personajes de la mafia, que junto a Pablo Escobar Gaviria, Gonzalo Rodríguez Gacha, conocido como ‘El Mexicano’ y Carlos Lehder, el único traficante que fue extraditado en esa época a Estados Unidos, que fueron los responsables de crear zozobra, pánico y muerte en las hermosas ciudades colombianas, siempre tuvieron en mente contratar a Diego Armando Maradona.

Al ’10’ de Villa Fiorito que ya había mostrado sus perfiles extraordinarios en Argentinos Juniors y en Boca, donde se proclamó campeón antes de jugar el Mundial 82 y partir al Barcelona de España, que dirigía César Luis Menotti, tras la cita mundialista.

Dicen que fue el doctor Gabriel Ochoa Uribe, el que no aprobó la negociación, porque la presencia del ’10’ seguramente habría derrumbado la convivencia, provocando un mundo insoportable de celos. Dinero había y a raudales. Todo era posible teniendo a disposición esa ‘caja fuerte’, que abortaba ‘billetes verdes’ por millones. América de Cali se convirtió en el ‘juguete preferido’ de los Rodríguez Orejuela. Dicen también las ‘lenguas de fuego’, que Diego Maradona estaba dispuesto a cambiar de divisa, hambriento por consolidar su cuenta bancaria y más, si el ofrecimiento venía de unos patrones altamente generosos.

Otros dicen que Dios amparó al ’10’, porque se habría encontrado antes de tiempo con las ‘montañas de cocaína’, que después entre Barcelona y Nápoles arruinaron su vida, la de toda su familia y le llevaron a la muerte.

El diablo estuvo en la cancha

Regresando a la crónica para cerrar la historia de la goleada en el Estadio Pascual Guerrero, la lluvia de agua y de goles fue imparable. El ‘diablo’ estuvo en la cancha. Un equipo que parecía ‘poseído por el demonio’ hizo flecos al equipo ecuatoriano, que lucía orgulloso el cartel de Tricampeón.

El DT brasileño Roberto Abruzzesse se había marchado luego de conseguir dos coronas consecutivas. La intransigencia mutua de la dirigencia y del colérico y mal humorado DT pusieron a Leonel Montoya en el camino de los ‘Puros Criollos’.

La goleada en Cali fue el principio del fin del prestigioso DT ‘paisa’. Se marchó al final de la temporada. Contento por el tercer puesto en la Libertadores, pero traumatizado por esa tarde macabra en la que se unieron todos los ‘agentes del mal’ para golpear su hoja de vida.

La goleada en Cali es una herida que Leonel Montoya se llevó a la tumba. Le dieron una ‘sopa de su propio chocolate’. Recibió un mazazo devastador. Justo él, que conocía como nadie el ‘inframundo del fútbol’ y a los personajes del narcotráfico que desembarcaron en bandada en las instituciones más importantes del balompié colombiano.

Aquel ‘aporte’ abundante y desprendido de los Rodríguez Orejuela, terminó depositando al América en la famosa ‘Lista Clinton’. Manchándolo de verdad. Los ‘escarlatas de Cali’ estuvieron al borde de la desaparición. Fue un viaje de la gloria al infierno. Sin escalas. Quedó demostrado que los pecados se pagan. Al menos en el controvertido mundo del fútbol.