MEMORIAS DE FÚTBOL: EL GOL INMORTAL DEL ‘PADRE’ BAZURCO

MEMORIAS DE FÚTBOL: EL GOL INMORTAL DEL ‘PADRE’ BAZURCO

POR RAÚL CRUZ MOLINA

(Quito, enero 15).- El ‘pueblo amarillo’ esperaba la Copa Libertadores de 1971 con enorme ilusión y la plantilla de Otto Vieira le entregó inmenso placer a la tribuna. Galo Roggiero volvió a mover los hilos financieros, realizando contrataciones que agitaron el avispero. Repatrió a ‘Cabeza Mágica’ Spencer sin tener un sucre en el bolsillo. Como lo hizo, nadie lo sabe. Galo se llevó ese secreto a la tumba.

Buceó en Portoviejo y descubrió, que en la Liga manabita, crecía la fama de goleador de un sacerdote español que había llegado en funciones religiosas a San Camilo, un pequeño poblado cercano a Quevedo. Y movió cielo y tierra para llevarlo a Guayaquil. Y habló con las autoridades eclesiásticas, tenía el número celular de Dios y obtuvo el permiso para trasladarlo al Puerto y vestir al ‘curita’ de amarillo.

Cuentan aquellos que fueron testigos de la audacia de Galo Roggiero, que Bazurco llegó a la oficina del presidente amarillo, con sotana y todo el atuendo de cura para estampar su firma en el contrato. También dicen que era tal el apuro por conducirlo a Guayaquil, que Juan Manuel no tuvo tiempo para cambiarse de ropa y peor para guardar la biblia. El ‘Pardo’ Palacios, fiel escudero de Roggiero, virtualmente lo encañonó con sus exigencias. Y el milagro se hizo.

Y los ‘dioses del fútbol’ escucharon las plegarias de Roggiero, porque el tránsito de Barcelona por la Libertadores de 1971 dejó una profunda huella. Traspasó la primera fase superando en el balance final a Emelec, su compañero de patio y a los colombianos Junior de Barranquilla y Deportivo Cali.

Sintió varios sacudones, pero terminó primero del Grupo 5, tras un partido de desempate ante el ‘Ballet Azul’, que definió con un contundente 3 a 0, con goles de Pedro ‘Jet’ Álvarez, Juan Manuel Bazurco y ‘Chanfle’ Muñoz. Había alcanzado la semifinal de la Libertadores. Era la primera vez que un equipo ecuatoriano llegaba a esa instancia.

Emelec que estaba dirigido por Jorge Lazo Logroño tenía una poderosa formación. El uruguayo Ramón Souza Duarte cuidaba el arco y tenía como suplente a un tal Carlos Omar Delgado, que aún no era el ‘Bacán’, que años después brillaría en Nacional y en las selecciones ecuatorianas.

La defensa estaba integrada por José Romanelly, José María Píriz, Miguel ‘Cortijo’ Bustamante y Jesús ‘Memín’ Ortiz. La media cancha era de novela. Estaba Héctor ‘Polaco’ Gauna, el chileno Rúben Marcos y el argentino Alberto Cabaleiro. Adelante jugaban Félix ‘Pereque’ Lasso, Ángel Luis Liciardi y el paraguayo Viviano Lugo. ¡Vaya formación!…

‘Pereque’ Lasso había regresado luego de actuar en la ‘U’ de Chile y movió los hilos de la amistad para propiciar la contratación de Rubén Marcos, un crack del balompié araucano. Y llegaba a estas tierras el ‘Tano’ Liciardi que ya preparaba los cañones para estallar su dinamita goleadora con toda la furia, cobijado con otra blusa, la del D. Cuenca, con la que se coronó máximo goleador en tres años consecutivos: 1974, 75 y 76. Liciardi hizo un solo gol en esa Libertadores con la camiseta ‘eléctrica’. Se destacó Cabaleiro que concretó cuatro dianas.

En semifinales, Barcelona fue integrado al Grupo ‘B’. Le esperaban Unión Española de Chile y Estudiantes de La Plata que clasificó directamente por ser el último campeón. En realidad, el equipo de Osvaldo Juan Zubeldía había ganado el Tricampeonato de América, exhibiendo una apabullante supremacía. La llave era de miedo y efectivamente comenzó con negros augurios, tras la derrota 1 a 0 ante el once ‘Pincharrata’ en el Estadio Modelo de Guayaquil.

Juan Echecopar apagó las luces del encanto en el minuto 37 y la multitud se marchó decepcionada. Una semana más tarde, el 25 de abril de 1971, el ‘Idolo’ recuperó el oxígeno al doblegar a Unión Española por 1 a 0, con gol de ‘Cabeza Mágica’ Spencer, que completaba su gol 52 en la Libertadores. Era el cuarto del inolvidable Alberto con la blusa amarilla. Los 48 restantes los había anotado en su época prodigiosa con Peñarol de Montevideo.

Los brazos de la hazaña esperaban abiertos en La Plata, el 29 de abril de 1971. Se cumplía la revancha frente al Estudiantes legendario de la ‘Bruja’ Verón, ‘Cacho’ Malbernat, Aguirre Suárez, Pachamé, Echecopar y Flores. Ya se habían marchado el ‘Flaco’ Néstor Errea, célebre golero rioplatenese, el ‘Narigón’ Carlos Salvador Bilardo y Osvaldo Juan Zubeldía había dejado su butaca al ‘Gordo’ Miguel Ubaldo Ignomiriello, que varios años después ocuparía el comando técnico de Deportivo Quito.

Los ‘Pincharratas’ que iban por el Tetracampeonato, no habían perdido jamás en su cancha, pero esa noche se estrellaron con un equipo ordenado que les dio una lección conmovedora de esfuerzo y calidad.

Aquella noche mágica, Barcelona tenía el apoyo de todos los santos, que sobrevolaban sobre el coqueto estadio de Estudiantes de La Plata. En la cancha estaba el padre Bazurco, un vasco tozudo y macizo que no presentía, que por obra y gracia de sus botines benditos, el ‘once torero’ escribiría la primera gesta histórica del balompié nacional.

Corría el minuto 17 de la fracción complementaria. ‘Cabeza Mágica’ picó como un rayo por la franja izquierda y sirvió un centro preciso al corazón del área. Por esa zona, venía lanzado a mil por hora el padre Bazurco. Elevó una plegaria y metió un derechazo divino que el Ecuador entero celebró a todo pulmón. Fue el primer gran milagro de un equipo ecuatoriano. Juan Manuel Bazurco que murió hace algunos años, no sabía que esa noche en La Plata había marcado un gol inmortal.

La voz pimentosa y descriptiva de Ecuador Martínez Collazo retumbó con su grito de gol en todos los rincones del país, mientras Arístides Castro, el ‘Loco’ o el ‘Gordo’, o como ustedes quieran llamarlo, gritaba como un desquiciado en los micrófonos de Radio Atalaya: “Benditos sean los botines del Padre Bazurco”. Y la verdad, fueron benditos para siempre. Fue un gol celestial, que Barcelona defendió con estoicismo los 28 minutos restantes. Fue una hazaña.