Por Raúl Cruz Molina
(Quito, agosto 18).- Fue el segundo ‘Verdugo’ en la historia de Peñarol. El que inició la dinastía fue el argentino nacionalizado uruguayo Juan Eduardo Hobberg, que había llegado a la institución, procedente de Rosario Central, el 6 de septiembre de 1947 para fascinar con su fútbol arrollador y su físico espectacular.
El rosarino poseía velocidad en el pique largo. Era inconmovible en la lucha física protegiendo la pelota. Los defensas se cuidaban de golpearlo, porque era capaz de combinar la clase y su pasta de guerrero. Cabeceaba a favor de su estatura y su remate alarmaba a las barreras y a los arqueros.
Pedro Virgilio Rocha, fue su digno sucesor. Era un volante ofensivo sensacional, capaz de resolver cualquier jugada para que terminara en la red. Alto, flexible, anotaba de cabeza y despachaba cañonazos homicidas, sobre la marcha y con las dos piernas. Era un dinamitero.
Tenía un tranco largo, que lo hacía imparable en velocidad. Su extraordinaria prestancia, le valió para adueñarse de la titularidad indiscutida en aquel equipo de notables estrellas. Nació el 3 de diciembre de 1942, en Salto, ciudad del interior uruguayo. Llegó a Peñarol en 1960, justo cuando los aurinegros habían iniciado su imparable carrera de triunfos. No jugó las primeras Copas. Las del 60 y 61. Lloró la derrota de la final del 62 frente al Santos, ya afirmado como titular. Fue el goleador de esa Copa. Ganó 8 torneos uruguayos y dos Copas Intercontinentales.
En la Libertadores de América del 66, ya estaba en el primer nivel. A esa altura de su carrera futbolística, se había convertido en el mejor mediocampista uruguayo. Un gol suyo fue decisivo para el memorable triunfo ante River Plate, en la finalísima de Santiago de Chile.
Le pegaba con un ‘fierro’. Tenía notable técnica. Su vida futbolística estuvo adornada de varios galardones trascendentes. Es el único futbolista uruguayo que ha jugado cuatro mundiales: 1962, 1966, 1970 y 1974. Fue considerado como uno de los mejores jugadores del Mundial de Inglaterra, junto a figuras de la talla del inglés Bobby Charlton y del alemán Franz Beckenbauer, a pesar de haber jugado de ‘9’ retrasado, que no era su verdadera función.
Brilló en Brasil, en el Sao Paulo, en el que actuó por cerca de una década. Pasó por el Palmeiras y terminó su carrera como jugador activo en el Neza de México en 1980. Luego retornó a Brasil para abrazar la profesión de director técnico. Murió en 2013, a la edad de 71 años, víctima de una extraña enfermedad.
En Peñarol, el ‘Verdugo’ será recordado por siempre. Con el látigo de su esencia goleadora, innumerables veces provocó el llanto de los hinchas de Nacional. También por eso fue ‘El Verdugo’. Un francotirador que no conocía la piedad.