POR RAÚL CRUZ MOLINA
(Quito, mayo 7).- Irreverente, pisador y temperamental, Enrique Omar Sívori brilló entre 1954 y 1968 con las camisetas de River Plate, de la Juventus, el Nápoles y los seleccionados de Argentina e Italia. Más de 220 goles en 441 partidos a lo largo de su carrera avalan la opinión de los expertos, que nunca olvidarán su andar desfachatado, las ‘medias caídas’ y sus enojos ante cada falta recibida.
“La única manera de hacer divertir a tantos miles de espectadores que van a ver un partido de fútbol es divertirse uno mismo. Si uno no se divierte, no puede hacer divertir a los demás”, confesaba el talentoso jugador al que muchos apodaron ‘El Maradona de los 60’.
Nacido en San Nicolás, a 245 kilómetros de la Capital Federal, Sívori forjó su clase y temperamento en los campitos de su barrio. “Era una atracción ya de chiquitito, todos venían a ver cómo tocaba la pelota. Un verdadero «crack», afirmaba Angel Massimo, quien presidía el Club Teatro Municipal en el que ‘El Cabezón’ dio sus primeros pasos.
Rápidamente se hizo un lugar en River Plate, con el que debutó frente a Lanús en 1954. Ese día ingresó en reemplazo de Ángel Amadeo Labruna, uno de los máximos ídolos de la institución, en un claro guiño del destino. El club ‘Millonario’ no solo disfrutó de su talento, goles y el primer Tricampeonato de su historia, sino que gracias a su jugosa transferencia a la Juventus logró construir la tribuna que le faltaba al imponente ‘Estadio Monumental’ de Buenos Aires.
“Mi deseo de pasar a la ‘Vecchia Signora’ era enorme”, reconocería luego el futbolista que, en su presentación oficial, hizo delirar a miles de aficionados al completar cuatro vueltas alrededor del campo de juego sin que el balón tocara el suelo. En el club de Turín conformó el afamado ‘Trío Mágico’ junto a Boniperti y John Charles, con los que obtuvo tres títulos locales y dos Copas de Italia, antes de recibir además, el ‘Balón de Oro’ al mejor jugador europeo de 1961.
Sus goles y particular estilo de ‘medias bajas’ lo volvieron una leyenda para la época. «Eso de las medias lo inventé yo, era algo psicológico. Creía que al ver la pierna desnuda, el adversario me pegaría un poco menos», reconocía el argentino que, por su estilo de juego provocador para la época, recibía más de una patada por parte de las defensas rivales.
En el famoso club italiano permaneció hasta la llegada del entrenador paraguayo Heriberto Herrera, quien se enfrentó públicamente con él, al pedirle una “reeducación completa para trabajar en equipo”.
El exilio futbolístico lo llevó a Nápoles, club en el que brillaría Diego Armando Maradona 20 años más tarde. Y al igual que sucediera con el ’10’, Enrique Omar Sívori se ganó la idolatría febril de la ciudad con goles y un inédito subcampeonato. “Nunca olvidaré el entusiasmo de los napolitanos a mi arribo. Es cierto que no conseguimos el título, pero estuvimos cerca”, se lamentaría.
Ironías del destino, su último partido como profesional se produjo ante la Juventus de Herrera, en el que terminó expulsado por una falta que no cometió. “El entrenador me había advertido que jugara cerca de él y lo fastidiara, y en esa jugada apenas si me tocó”, confesaría años más tarde Erminio Favalli, el jugador que provocó aquella tarjeta roja. La suspensión de seis partidos desató la ira de Sívori, quien, fiel a su estilo temperamental, no dudó en anunciar su retiro de la actividad.
Gianni Rivera, el ‘Primer Bambino de Oro’ del fútbol italiano, elegante artista del balón y su rival en el Milán, confesó, antes de su desaparición de este mundo, el 17 de febrero 2005, que «incluso para un adversario, era un placer verle jugar. Pensaba antes que todos, ha sido un grande». Y la prensa habló de genio, maestro, sueño, leyenda, encanto, zurda mágica, y por fin de ‘Rey de Nápoles’. Un título nada usurpado. Un título que comparten Sívori y Maradona, uniendo River Plate y Boca Juniors. Jugadas del destino y del maravilloso mundo del fútbol.